sábado, 26 de octubre de 2013

El trueque



  Hace un año, hace ese tiempo que viví en mis carnes lo que se conoce con el nombre de trueque. Y fué por causalidad, por una de esas experiencias que te da la vida y que te sorprende de cuanto aprendes de ella.

  Todo empezó con una invitación a una "recogía de la naranja".  

  Yo, que me gusta probarlo todo, me ofrecí encantada y con todas las fuerzas y ganas del mundo. Y con la ilusión de una niña y con la esperanza de disfrutar de una diversión. 

  Qué sorpresa fue la mía cuando descubrí que el verdadero juego era el de la vida, el que le da sentido a todo, el que, gracias a él, desde tiempo inmemorial, se basa el tener, el subsistir, el vivir y sobrevivir. El intercambio, el "tu me das y yo te doy". 

  Nos levantamos temprano, nos fuimos al campo y cogimos todo lo que nuestras manos pudieron coger en la primera parte de la mañana y luego nos fuimos a repartirlas por todas las tiendas del pueblo. Yo me quedaba en el coche y él se bajaba. Sorpresa la mía que vi que, entraba con un cajón y salía con una bolsa. ¿Qué ocurría? Había algo que no entraba en mis esquemas. ¿Y el metal de intercambio? ¿Y el metal, valioso metal que todo lo da?

  "¡Mira!" Dijo él con una sonrisa en la cara y gesto de felicidad. "Ya tenemos para unos días picar".

  Una lata enorme de melva era lo que traía... "¿Y eso para que?" Me pregunté yo. Me enfadé. Yo, persona comercial donde las haya y con tintes economista (vamos, que me gusta más un buen negocio que un tonto un lápiz) dije; "¡Ya te han timado!" 

  Pero aprendí de mi error; craso error. No era un timo sino un trueque. Nos llevamos todo un mes; fin de semana a fin de semana dando y recibiendo. 

  Mi lectura; aprendí, una forma de pago, un juego, una manera de entender la vida y la esencia del vivir y del sobrevivir. El pueblo te da y tu tienes que devolverle la mitad al menos. Es lo justo, ¿no?.

  Este año se va acercando el momento y, con ganas voy esperando que lleguen esos fines de semana en que, volvemos a hacer lo que hacían nuestros ancestros. El trueque.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Vivir para ser feliz




  Creo que él escribir sobre esto es escribir sobre mi experiencia, sobre algo que hoy está latente en mi vida. La sinceridad, la veracidad, la claridad. Nunca lo hubiera imaginado pero, es un bien preciado, tanto que lleva a la seguridad.

  ¿Cómo explicarlo? Un día piensas que la base de todo esta en hablar las cosas.

 Yo, persona mal pensada donde las haya. Mal pensada y mal sentida, porque, al fin y al cabo, una va de la mano de la otra. Eso de "piensa mal y acertarás" es un refrán que lleva a lo negativo, a la injusticia y acarrea más de un sentimiento negativo y te hace tener comportamientos insensibles.  Sí sumas a esto que siempre has de quedar bien en esta sociedad y que, por tu inseguridad y el querer caer bien, te envuelves en  pura hipocresía, en el mentir, la calumnia y el sonreír y reír por fuerza e inevitablemente sin tener ganas. El querer ni por un ápice y nada más lejos de la realidad mostrar como tu eres de verdad. Mételo en una cajita y...

  ...así era yo. Y además, cabezota.

  Pues como decía, me doy cuenta un día de que, para mi sorpresa, de un tiempo a esta parte he cambiado, he modificado ese mal comportamiento. Me he dado cuenta que sí sabes hablar, entender y dirigir a los demás hacia el bien; el buen hacer; el entendimiento. Sabes que vas a ganar tiempo, vida. Una sonrisa, un "contar hasta diez" y evitar discusiones improductivas llevan a un alargar el tiempo; ya que sí valoras el disfrutar, y lo haces el máximo de minutos al día, vives más y exprimes más el vivir. Pero, no os confundáis. Que no ha sido seguramente por hacer bien... Más bien por egoísmo "puro y duro", que no es más que el querer dejar el más bonito y aprovechado de los cadáveres...

  Y que conste que no lo voy a disfrutar a posteriori, pero aquí... Me ayudará a sobrellevar felizmente esta insólita Vida ( que por otro lado es la mía).

  Así que, vive, aprovecha al máximo lo que vas a hablar y decir en el día, ya que el orar y el buen orador es el que sabe escuchar y entender. Valorar y simpatizar. Creer y sobrevalorar. Sólo así podrás entender que, lo que te hablan los demás, tiene más valor, que lo que tú pudieras aportas y sólo así aprovecharas tu vida para absorber todo lo que seas capaz de aprender.

  Vivir para ser feliz.